

Por CyJ
Según «The Innovator’s DNA», los perfiles innovadores deben ser capaces de asociar y establecer conexiones, de experimentar, de conocer gente con diferentes ideas, de plantear preguntas, o de observar y examinar nuestro entorno, entre otros. Pero es el fracaso, o su miedo a él, según se mire, el que más cuesta adquirir. Según el autor, el fracaso no es un obstáculo, sino un pilar fundamental en el proceso de innovar. Y aceptarlo es un aspecto crucial de la creatividad.
La relación entre el fracaso y la innovación es profunda y transformadora.
Los líderes que entienden el valor de los errores como escalones hacia avances decisivos, pueden crear culturas que prosperan en la experimentación y el aprendizaje. Tampoco se trata de celebrar el fracaso, como algunos incautos pregonan, sino más bien de no penalizarlo, al menos el bien intencionado. Culturas en las que se aprenda a ‘estar productivamente equivocado’.
Reconocer y aceptar el fracaso como parte del proceso de innovar abre puertas a oportunidades inexploradas, nos empuja hacia nuevos espacios de oportunidad y, en última instancia, a innovaciones con impacto.
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